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El Fauvismo fue exclusivamente una tendencia plástica que continuaba con las experiencias alrededor del color de los movimientos postimpresionistas, por lo que solo tuvo desarrollo en el ámbito de la pintura.
Durante el Impresionismo y el Postimpresionismo se produjo una renovación de la pintura a través del color, por encima del valor de la forma y el dibujo. El fauvismo no fue más que una prolongación radical de está corrientes. Un movimiento de existencia muy breve y que fue despreciado por la crítica del momento.
El nombre de esta vanguardia vino dado por un golpe de azar, algo que luego comenzó a ser muy usual en el resto de corrientes artísticas. En 1905 el crítico de arte Louis Vauxcelles visitó una exposición en el Salón de Otoño de París donde, entre pinturas de exagerado cromatismo de Matisse, Dearin, Valtat o Jean Puy, se exhibía una escultura de Albert Marque, muy del estilo de Donatello, titulada “Torso de un chico”. Días después el crítico escribía un artículo en la prensa donde comentaba que “la pureza de este busto produce una sorpresa en medio de esta orgía de colores puros; es Donatello entre las fieras”. De esta última frase (Donatello chez les fauves), surgió el nombre de esta vanguardia.
Los artistas fauve no eran un grupo cohesionado y carecían tanto de un programa como de una disciplina dogmática su única característica común era la exaltación del color. Su procedencia y sus opciones a la hora de pintar eran muy dispares. En realidad dentro del fauvismo se distinguían tres grupos: Uno formado por los condiscípulos del pintor simbolista Gustave Moureau, donde se incluirían Henri Matisse, Albert Marquet o Henri Manguin, entre otros, un segundo grupo formado por los artistas provenientes de la Escuela de Chateau, como André Derain y Maurice de Vlaminck y un tercer grupo formado por la llamada Escuela del Havre, donde podríamos ubicar a Georges Braque o Raoult Dufy.
Las obras de Matisse, Derain y Vlaminck fueron las más radicales en el uso de los colores y la forma expresiva de aplicarlos sobre el lienzo. Ellos desarticulaban los objetos representados para convertirlos en meros soportes de combinaciones cromáticas, creando así una nueva concepción de la imagen pictórica. La superficie de sus cuadros se halla fragmentada por planos encontrados y contrapuestos de color. Sus pinturas están formadas por un conjunto de fragmentos que rompen totalmente con la perspectiva clásica.
Lo que buscaban estos artistas, más que la representación de la realidad, era la captación de una sensación por parte del espectador de la obra, en definitiva, intentaron plasmar la impresión que producía la realidad en sus mentes.
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Cuadros como “La línea verde” (1905) o “Mujer con sombrero” (1906), de Matisse o “El retrato de Vlaminck” (1905) de Derain se consideraron excéntricos en su exhibición y fueron repudiados por crítica y público.
El resto de artistas fauve, Dufy, Braque o Marquet, fueron más moderados que el trio anterior, aunque no dejaron de descomponer el espacio y los objetos a través de los planos de color.
A partir de 1907, algunos artistas abandonaron la corriente, orientando su obra a otra búsquedas y experimentaciones artísticas. Henri Matisse, que havia llevado las tendencias fauvistas a un punto límite, comenzó a desarrollar un tipo de pintura que rompía totalmente con sus obras iniciales en el movimiento.
Para Matisse el Clasicismo no era un lenguaje agotado, sino que podía tomarse como base para las nuevas vanguardias, sin que estas dejaran de ser modernas, así, en obras como “Le Luxe I” de 1906, “La Danza” y “Bodegón con la Danza”, ambas de 1909, el pintor tiene una mayor preocupación por la forma como recurso clásico de equilibrio, pero sin abandonar nunca la exaltación del color y su uso expresivo.
Matisse opinaba que la expresividad de un cuadro no solo residía en los colores, más o menos violentos, sino que debía encontrarse en todas las partes de la obra, desde su composición a los objetos y figuras que la integraban. Para él, todo lo que no tenía utilidad o era secundario acababa teniendo un efecto nocivo en el conjunto de la obra. Cualquier detalle superfluo estaba ocupando el lugar de un detalle esencial, por eso debía ser eliminado.
Por otro lado, el pintor buscaba que las sensaciones que pretendía expresar en el cuadro no fueran fugaces, sino permanentes. Los cuadros debían convertirse en una acumulación de sensaciones perfectamente reconocibles por los espectadores o por el propio artista, aunque pasaran muchos años desde su ejecución. Sería el caso de su obra “Mesa Servida”, de 1908, donde la pared y la mesa son rojas y con la misma ornamentación, confundiéndose una con otra y articulando el espacio en un único plano. de color.
André Derain renegó de sus obras fauvistas, incluso destrozó algunas de ellas, y durante un tiempo se dedicó a pintar paisajes al estilo de Cézanne. Más tarde se involucró en el movimiento cubista hasta que, acabada la Primera Guerra Mundial, se inclinó por el dibujo clásico, inspirándose en los esbozos de Camille Corot.
Raoul Dufy se mantuvo fiel al Fauvismo hasta 1909 más o menos, cuando su obra sus cuadros se hicieron más suaves y sutiles, influenciados por la obra de Cézanne. después de un pequeño período cubista, su obra poco a poco fue derivando hacia paisajes y líneas más amables y coloristas, muy decorativistas y en consonacia con las modas del momento, algo que provocó el distanciamiento de la crítica artística.
George Braque dejó el Fauvismo y se convirtió en un importante pintor cubista, junto a su amigo Picasso. Después de la Primera Guerra se dedicó a pintar sobre todo naturalezas muertas, abandonando paulatinamente las formas geométricas en sus cuadros.
Por el contrario las pinturas de Maurice de Valminck, Henri Manguin y Albert Marquet no sufrieron grandes cambios, manteniéndose bastante fieles a la manera fauvista a lo largo de sus carreras.
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